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Mostrando entradas de marzo, 2008

El insomne

Su cuerpo pasto del insomnio, permanecía como un monolito, y el paso de los minutos era todo lo que lo constituía. Llegaban historias minúsculas, historias latentes de viviendas cercanas, que caían en la tela de araña de sus oídos. Una vez atrapadas, su mente se avalanzaba sobre ellas ávida de eventos, y las desgranaba. Oyó crujir un mueble, y le resultó extraño que ese crujido tuviese lugar, que hubiese sucedido en ese momento y no en cualquier otro. De acuerdo, los materiales son los que son, la temperatura es la que es, y los crujidos se producen cuando se tienen que producir. Pero...¿qué era lo que ligaba a todo, lo que tenía todo en común, de trasfondo, para que las cosas se relacionasen? ¿Cuál era el marco común, el esperanto que hablan las cosas para entenderse entre ellas? Pensó: "es extraño el modo en el que suceden las cosas, y es un concepto extraño, el tiempo...es...antinatural, como los números enteros".

Resaca

El sol arrojaba luces poliédricas verdosas entre las hojas, como esmeraldas. La existencia no tenía afilado su garfio para poder rasgar esta espesa corteza. Como la noche anterior el descanso había sido un duro trabajo, ahora el descanso seguía costando un serio esfuerzo. Levantarse había sido como la amputación de un miembro. En la cabeza, algodón sucio, virgen, como adolescente que aun no se depila. En la cabeza, lana sucia, sudada, maloliente aún en al oveja.

La risa, el llanto y otros monstruos

Es como si las palabras se arremolinasen, como si hicieran un círculo de coartadas en el que unas se cubren a otras, cada definición nos lleva a nuevas definiciones. Es como si la realidad se arremolinase, cada día se justifica con el siguiente o, a veces, con el anterior, arrastrados por las grandes palabras, por las grandes coartadas. ¿Qué hay en el centro del remolino? A veces salimos por un momento de la línea de sucesos, de la cadena de producción, y nos acercamos a ese centro hueco. Esos momentos son una disrupción de la lógica, una ruptura del tejido del lenguaje. Algo consigue burlar, inesperadamente, las redes de la razón y se escabulle directamente a lo que somos en el fondo, a las profundidades en las que no hay protocolos a seguir. Un ataque de risa, un beso o la destrucción de algo en lo que habíamos basado una parte de nosotros mismos; pueden ser ejemplos de esas situaciones atípicas que se nos escapan al control, que rompen para bien o para mal la rutina. Todos sabemos q

Un día más

Y cada día el sol se pone lo mismo que sale, sobre un planeta en el que básicamente no ha pasado nada. Los ricos siguen en sus ricas camas y los pobres es sus aceras pobres. Y cada día un gigantesco pedrusco da una vuelta más completamente inconsciente, completamente dormido al significado, sólo siguiendo la eterna fuerza que lo obliga a seguir errático y ciego una trayectoria entorno a una estrella como insecto ahogado que gira antes de ser absorbido por el desagüe del tiempo. Y todo esto durará lo que tenga que durar, y si es mucho tiempo o poco, y si es grande o pequeño, y la diferencia entre un planeta y un insecto ahogado, es sólo una cuestión de escalas.

A Devesa

De allí recuerdo el frío olor húmero de algas y piedra, y de jabón puro, artesanal, que exudaba del lavadero en el que las mujeres frotaban la ropa. Recuerdo el sonido constante, rítmico pero caótico como casi todo, del chorro de agua único que después fluía hacia los diferentes compartimentos del tanque. De la hierba emanaba un perfume intensísimo, verde, casi selvático, que con la claridad de un dardo se insertaba en el fondo de las fosas nasales y saltándose todos los controles accedía a las raíces de la memoria. Según soplase el viento, a veces se mezclaba con la brisa sorda, cálida y adherente procedente de los campos cereales. Ambos aromas formaban una bandera bicolor que ondeaba con brío y marcaba cada rincón con el símbolo del verano. También estaba el olor a madera aún un poco verde ardiendo en la cocina de mis abuelos. Durante la mañana mi abuelo pelaba patatas en el patio, las gallinas a veces intentaban explorar la cocina, y se oía el canto jilguero, lastimero, de las rueda

El paraíso

El cielo, el paraíso, es una propiedad de las cosas. De todas las cosas. Así como todo tiene su color, su peso, su textura, de la misma forma, si observas con detenimiento, puedes percibir, sensorial, físicamente, su parte de paraíso. Algo así como su alma, la esencia que hace que al percibirlas no sean borrones de un determinado color, peso, o textura, que no sean un conjunto de propiedades, sino la proyección de una sensación de ellas mismas dentro de nosotros. La observación de esta porción paradisíaca de cada objeto sume al espectador en una ensoñación, en un ensimismamiento, que le permite recuperarse a sí mismo, identificar también la parte de paraíso que hay en él, y que conecta con todos los otros fragmentos de paraíso, formando uno solo.

La mancha

La tarde era soleada. Cerró los ojos y la luz de la habitación quedó unos instantes tenuemente marcada en sus párpados, por dentro. La tarde era soleada. Cerró otra vez los ojos, algo intrigado. La luz de la habitación permaneció su retina, como antes. Pero entre las manchas de luz había una luz roja, que no se correspondía con ninguna real. Con los ojos cerrados, recordó, visualizó cómo era la habitación. Extrañamente, en su visualización también aparecía una mancha roja en la pared. Por mucho que intentara hacerla desaparecer de su imaginación, la mancha permanecía. Siempre que pensaba en el dormitorio, aparecía manchado. La mancha era algo incontrolable, como un hueco del pensamiento, como algo que uno no había puesto ni podía quitar de ahí, algo inalterable. Se podría decir que era un escollo de realidad en la imaginación, algo que permanece se piense como se piense. Al intentar eliminarla del pensamiento, sentía algo parecido a una obsesión; el rojo eclosionaba sin control, ac

Amor

Lejos de las definiciones peliculeras, exóticas y arrebatadas propias de los chavales que se besan con ruido de sorber la sopa, hay una realidad en la palabra amor. Una realidad que no es rosa ni perfecta, que se teje más por lo cotidiano que por las hazañas puntuales. En TV3 hay un concurso interesantísimo, se llama “Sis a traïció”. Prescindiré de explicar todo el mecanismo, pero el concurso tiene un punto clave: al final, dos concursantes se sitúan con 50.000 euros entre ellos. Cada uno de los finalistas ha de decidir si quiere compartirlos o quedárselos, y guardar en secreto su decisión hasta que la desvelan los dos al mismo tiempo. Si los dos deciden compartir, el premio se comparte. Si uno decide compartir y el otro no, el premio íntegro es para el que ha decidido quedárselo. Y si los dos quieren quedárselo, nadie gana el premio. Este último caso ocurre en un porcentaje de ocasiones asombroso, y creo que en las relaciones de pareja sucede algo parecido: existe un miedo adole