Dios

La isla era toda ella como un gran animal salvaje, como un gran perro negro rabioso, como un monstruo marino emergiendo del océano, como un dios colérico.

Pero en su mismo centro, un río vertical, una elevadísima, blanca y esbelta catarata parecía desplomarse desde el mismo sol, daba la sensación de que los disparos de luz y el agua eran una misma entidad sobrenatural.

La nube de ínfimas e infinitas gotas dispersadas a su alrededor bailaba, como motas de polvo en un haz de luz, bajo fuerzas apenas existentes. Y dibujaban, en bandadas, rostros luminosos, escenas del pasado y del futuro, en el alfabeto único del todo y la nada.

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