Sucesos

En el cielo, los colores, las texturas, eran exactamente iguales que los intentos que su cerebro, consciente e inconscientemente, hacía por adivinar el futuro. Quizás no el futuro-futuro, pero sí el pequeño devenir más inmediato.

Eran tareas difusas, como manchas, como el baile de trazas voluptuosas de un dragón de tinta trazado sobre el agua.

Los sucesos, finalmente, siempre “cabía esperarlos”, son mecánicos, tienen cabida dentro de cierta realidad, no rompen ninguna concepción lógica.

Aún así, como el calidoscopio de nubes de la tarde, son difícilmente predecibles, siguen el patrón de complejidad que siempre subyace en lo estético.

Aquello que pasa, siempre tiene al menos la dosis de belleza que le corresponde sólo por suceder: de entre todas las posibilidades, el universo entero ha elegido aquello que tiene lugar.

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