La tormenta

Cuando caía la tormenta odiando al mundo, ella se sentía como una hormiga que siente la vibración del trote del caballo acercándose. Todo cobraba una nueva dimensión, una dimensión vertical. El cielo se manifestaba, insinuando la inseguridad de todo aquello que nos resguarda. Había sentido algo parecido en las llanuras de Montana, cuando ves la tormenta, concreta, limitada, como un cúmulo negro, lejano, que se mueve desde el horizonte. Ves incluso caer la cortina de lluvia que más tarde descargará sobre ti. En esas praderas se produce ese diálogo entre tierra y cielo que mucha gente sólo presencia entre cielo y mar.

Pertenecía a una nueva clase burguesa, una especie de post-grunge espiritual surfista. Se había tomado un par de años para dar vueltas por el mundo, lo que para una estadounidense no deja de ser ir a explorar sus dominios. Todo había comenzado como una aventura casi adolescente, pero, la verdad, le estaba haciendo madurar rápidamente. Cada vez usaba menos su VISA y en su interior notaba como si algo se fuera abriendo, expandiendo. Una especie de comunión con todo lo bello y lo horroroso que veía, y una especie de fusión entre los dos extremos. Su olfato iba descubriendo cada día nuevos olores que cambiaban el ritmo de su tiempo; era como si en ella también comenzase ese diálogo del cielo y la tierra de las praderas.

Mientras viajaba escribía en un cuaderno. Escribía sobre la gente que conocía en USA y sobre la gente que iba conociendo en su camino. Hacía retratos literarios, similares a retratos pintados, pero centrándose en el interior del retratado. Escribía un par de párrafos, y al final concluía con que el protagonista de su retrato hacía la vida como la hacía porque tenía un gran hueco, un gran miedo, un sentimiento de orfandad; una inseguridad fundamental. Seguramente era cierto en todos los casos, lo es para prácticamente todo el mundo. Pero el motivo por el que ella se centraba en esta cuestión es porque ella sí se sentía esencialmente huérfana e insegura, y ver la inseguridad de los demás la protegía. En el fondo se sentía una hormiga que siente llegar el trote del caballo, de la naturaleza humana desbocada.

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