El río

Tiernas avalanchas de sangre que, pacíficamente, acuden a templar cada rincón del cuerpo.

Polígonos. Polígonos musicales y atmosféricos. Polígonos que sólo existen en tu mente al leer. Polígonos planos y semitransparentes. Polígonos como estados de ánimo, como recuerdos que se yuxtaponen y se sobreponen y se componen y descomponen.

Aguas negras y claras de río. Preguntas. Río físico y sed que lo mira. Aguas enigmáticas y de porcelana, mínimas suciedades que varían sobre corrientes tímidas y anodinas. Fondo invisible, pasado sangriento, sonrisa inocente. Flor marchita. Joven vida adolescente la siega. Peces, seres extraños, entendimiento natural y ambiguo, visceral, respuesta muda. Burbujas. Plantas, vegetación evanescente, culpable.

Polígonos que adelantan y sobrepasan sin nunca chocar. Polígonos mentales que manejas y controlas sin poder ni querer evitarlo. Polígonos domados, nunca serán fuera de tu deseo. No piensan pero entienden, entienden que no pueden acceder a la realidad porque son parte de la realidad; no buscan la verdad porque son la verdad y llanos transcurren hojas sobre el río.

Ondas físicas y deslizamiento trivial de una vida, la nuestra, sobre las palabras y ese ruido que dicen que se oye. Fuera.

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