Manchas

La gente le decía "Anímate", con cierto tono de recriminación, como si les pareciese teatral, infantil, tanto hundimiento. Ella sólo sentía impotencia ante estos apoyos; sólo se sentía más y más sola. Sentía que se había perdido y veía como los equipos de rescate la buscaban en una zona en la que no estaba.

Ella estaba fuera de la vitrina del lenguaje. No estaba en la zona en la que unas palabras de ánimo pudieran tener algún efecto. Ella estaba en la zona del llanto, del temblor, del suspiro, de los gemidos, las risas y las nauseas. Era una zona mucho más profunda que las palabras; era la zona de las manchas, de los borrones. A veces todos esas manchas sagradas, los miedos, las inseguridades, los deseos y los recuerdos se alineaban y formaban un discurso comprensible, coherente. Eran los días en los que ella parecía una persona civilizada y cabal. Pero ahora cada mancha, cada instinto ininteligible, pre-lingüístico, visceral, trotaba libre en su interior.

Y mientras tanto, la gente le decía: "Sal", "Vuelve al trabajo, te animará", "Vuelve a pintar, vuelve a las exposiciones". Todo eran cosas que estaban ahora fuera de su alcance; eran palabras en un idioma súbitamente desconocido. Lo único que ella podría entender, que le podría sacar de esa honda espera a que se volviesen a ordenar sus constituyentes, es que él volviese. Bueno, en realidad lo único que podría reconstruirla perfectamente es que él no se hubiera ido.

Mientras, a veces pintaba; pero sólo pintaba manchas.

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